A mí particularmente no deja de sorprenderme llevar en la cabeza una máquina tan avanzada como lo es el cerebro. Más que una máquina, parece una tierra desconocida, un mundo del que sabemos muy poco y en el que definitivamente no existen ni el espacio ni el tiempo.
Cuando me gusta un disco (así se llamaban antes de los CD’s) lo escucho una y otra vez hasta que me aprendo de memoria todas las letras (aunque sean en otro idioma) y cada una de las notas de la melodía. En esto días encontré en Internet uno que no escuchaba desde hace como 30 años, del cuál sólo recordaba bastante bien una canción: Dolce María (Premiata Forneria Marconi).
Cuando lo escuché, me di cuenta de que TODAS las notas, de TODAS las canciones del disco, estaban aún en mi memoria. Sólo que habían estado allí dormidas o archivadas dentro de esa caja con circunvalaciones que tenemos dentro del coco.
Y así pasa con muchas cosas, pero a mí me sucede particularmente con la música y con los olores.
Yo no sé si me dió por recuperar memorias porque estoy por cumplir años o por los resultados de mi mapeo cerebral.
¿Saben lo que es un mapeo? Si no lo saben, no están en nada.
El mapeo cerebral es una técnica relativamente nueva (creo) para hacer un mapa de ese territorio desconocido donde conviven – sin nosotros percatarnos- TODOS los instantes que hemos vivido desde que nos engendraron nuestros padres (o desde el nacimiento de la humanidad) con sonidos, olores, sabores, emociones y todos los detalles que los acompañaron cuando sucedieron -como si fueran un “attachment” del archivo específico.
Pues bien, el mapa de mi cerebro está bien documentado en un carpeta bastante gruesa. Tiene algunas páginas escritas (el informe del neurólogo) y muchas páginas de rayas (ondas cerebrales) y dibujitos de cerebros de diferentes colores, vistos desde arriba, de los que uno no entiende nada de nada. Cuando el neuropsiquiatra me sugirió hacerme los exámenes – porque le dije que desde pequeña me como los pellejos de los dedos y me muerdo la parte interior de los labios y porque se me estaban olvidando las cosas (cosa que nunca me había pasado), pensé que me darían algo así como un mapa del tesoro que serviría para encontrar esas memorias perdidas.
El día que fui a recoger los exámenes, lo primero que hice, como casi todo el mundo con una pizca de curiosidad, fue abrir la carpeta y leer el informe.
Lo único que medio entendí, y eso porque estudie psicología, fueron las conclusiones. Lo demás era chino.
“…hubo hiperexcitabilidad neuronal cortical leve en la región temporal bilateral… no se produjo una suficiente activación cerebral en condiciones de expectancia…. No hay alteraciones de los procesos de atención del paciente…. EEG anormal (¿alguien lo tendrá normal?)… semeja a lo observado en adultos con trastornos depresivos de tipo endógeno (¿endógeno? … suena a gallineros verticales. ¿Será que tengo una revolución en la cabeza? ¿o que todo se debe a una "falta de amor"?)…”
En resumen, sonaba horrible. Fui a llevarle los exámenes al doctor. Me explicó - subrayando con un lápiz en los cerebritos de colores- algunas cosas (de las cuales no entendí nada, pero me dio pena pedirle que repitiera) y, al final, salí con un poco de papeles y recipes morados oscuros que tenía que llevar al Ministerio de Sanidad para que me autorizaran la compra de una medicina importada para el ¡Déficit de Atención!????
Todo para una pepa importada que aparentemente me va a ayudar a ser más “normal”, porque el doctor no sabe cómo hice para pasar "lisa" el bachillerato y la carrera universitaria, aprender a usar las computadoras, tocar guitarra, manejar, mandar emails, chatear, bloguear, aprenderme la cédula de identidad, las claves de los bancos, cajeros automáticos, tarjetas de debito, cuentas de correo y otras muchas cosas que ya se me olvidaron, (¡debo ser brillante! - dice) con ese peo en la cabeza que, además, mientras más viejo se pone uno, más preocupaciones tiene, más estrés soporta, etc... más se complica.
En mi lista de obligaciones diarias están ahora -además de la pepa milagrosa para recuperar mis memorias y retener las nuevas- la pastilla para la ansiedad, la de la depresión, la de dormir, la de despertar, la de la tensión arterial, la de los calorónes, la de la osteoporosis, la de la paciencia, la de la tolerancia, la del buen humor, etc.
Pero lo más interesante es que haciendo una encuesta entre mis amigos descubro que no solo son los niños de ahora los que nacen con ADD, ADDH, ODD, UFO, OEA,OPEC, XYZ, etc… (casi todos), sino que muchas de mis amistades (y no es que somos ancianos, todavía) ya cuentan con su propio mapeo cerebral y su maletín de pastillas milagrosas o -como lo llamamos para reírnos y no llorar- el “batido mágico” diario.
¿Qué nos está pasando? ¿A dónde nos están llevando la ciencia y la tecnología? ¿Se han puesto a pensar en eso? Yo sí, y es aterrador.
Cuando me gusta un disco (así se llamaban antes de los CD’s) lo escucho una y otra vez hasta que me aprendo de memoria todas las letras (aunque sean en otro idioma) y cada una de las notas de la melodía. En esto días encontré en Internet uno que no escuchaba desde hace como 30 años, del cuál sólo recordaba bastante bien una canción: Dolce María (Premiata Forneria Marconi).
Cuando lo escuché, me di cuenta de que TODAS las notas, de TODAS las canciones del disco, estaban aún en mi memoria. Sólo que habían estado allí dormidas o archivadas dentro de esa caja con circunvalaciones que tenemos dentro del coco.
Y así pasa con muchas cosas, pero a mí me sucede particularmente con la música y con los olores.
Yo no sé si me dió por recuperar memorias porque estoy por cumplir años o por los resultados de mi mapeo cerebral.
¿Saben lo que es un mapeo? Si no lo saben, no están en nada.
El mapeo cerebral es una técnica relativamente nueva (creo) para hacer un mapa de ese territorio desconocido donde conviven – sin nosotros percatarnos- TODOS los instantes que hemos vivido desde que nos engendraron nuestros padres (o desde el nacimiento de la humanidad) con sonidos, olores, sabores, emociones y todos los detalles que los acompañaron cuando sucedieron -como si fueran un “attachment” del archivo específico.
Pues bien, el mapa de mi cerebro está bien documentado en un carpeta bastante gruesa. Tiene algunas páginas escritas (el informe del neurólogo) y muchas páginas de rayas (ondas cerebrales) y dibujitos de cerebros de diferentes colores, vistos desde arriba, de los que uno no entiende nada de nada. Cuando el neuropsiquiatra me sugirió hacerme los exámenes – porque le dije que desde pequeña me como los pellejos de los dedos y me muerdo la parte interior de los labios y porque se me estaban olvidando las cosas (cosa que nunca me había pasado), pensé que me darían algo así como un mapa del tesoro que serviría para encontrar esas memorias perdidas.
El día que fui a recoger los exámenes, lo primero que hice, como casi todo el mundo con una pizca de curiosidad, fue abrir la carpeta y leer el informe.
Lo único que medio entendí, y eso porque estudie psicología, fueron las conclusiones. Lo demás era chino.
“…hubo hiperexcitabilidad neuronal cortical leve en la región temporal bilateral… no se produjo una suficiente activación cerebral en condiciones de expectancia…. No hay alteraciones de los procesos de atención del paciente…. EEG anormal (¿alguien lo tendrá normal?)… semeja a lo observado en adultos con trastornos depresivos de tipo endógeno (¿endógeno? … suena a gallineros verticales. ¿Será que tengo una revolución en la cabeza? ¿o que todo se debe a una "falta de amor"?)…”
En resumen, sonaba horrible. Fui a llevarle los exámenes al doctor. Me explicó - subrayando con un lápiz en los cerebritos de colores- algunas cosas (de las cuales no entendí nada, pero me dio pena pedirle que repitiera) y, al final, salí con un poco de papeles y recipes morados oscuros que tenía que llevar al Ministerio de Sanidad para que me autorizaran la compra de una medicina importada para el ¡Déficit de Atención!????
Todo para una pepa importada que aparentemente me va a ayudar a ser más “normal”, porque el doctor no sabe cómo hice para pasar "lisa" el bachillerato y la carrera universitaria, aprender a usar las computadoras, tocar guitarra, manejar, mandar emails, chatear, bloguear, aprenderme la cédula de identidad, las claves de los bancos, cajeros automáticos, tarjetas de debito, cuentas de correo y otras muchas cosas que ya se me olvidaron, (¡debo ser brillante! - dice) con ese peo en la cabeza que, además, mientras más viejo se pone uno, más preocupaciones tiene, más estrés soporta, etc... más se complica.
En mi lista de obligaciones diarias están ahora -además de la pepa milagrosa para recuperar mis memorias y retener las nuevas- la pastilla para la ansiedad, la de la depresión, la de dormir, la de despertar, la de la tensión arterial, la de los calorónes, la de la osteoporosis, la de la paciencia, la de la tolerancia, la del buen humor, etc.
Pero lo más interesante es que haciendo una encuesta entre mis amigos descubro que no solo son los niños de ahora los que nacen con ADD, ADDH, ODD, UFO, OEA,OPEC, XYZ, etc… (casi todos), sino que muchas de mis amistades (y no es que somos ancianos, todavía) ya cuentan con su propio mapeo cerebral y su maletín de pastillas milagrosas o -como lo llamamos para reírnos y no llorar- el “batido mágico” diario.
¿Qué nos está pasando? ¿A dónde nos están llevando la ciencia y la tecnología? ¿Se han puesto a pensar en eso? Yo sí, y es aterrador.
1 comentario:
Si señora comparto su preocupaciòn,yo padezco de ddha desde hace casi 8 años y la he pasado "regular", ha quienes "casi"? volvì locos fueron a mis padres, pero allì vamos...claro que si se buscara un amorcito, como que lo pasa menos mal, pues yo harìa lo mismo pero creo q`todavìa no tengo edad!!!
Besos, Sebastiàn(tu ahijado)
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