22.4.07

Tres Voces



I

Ella estaba inmersa en un libro para no ahogarse en el insomnio y se sobresaltó al oír el teléfono. Eran horas de malas noticias - pensó- porque a esas horas sólo llama alguien que tiene que dar una mala noticia… o alguien con unos tragos de más, como solía estar él cuando le daba por llamar de madrugada. Pero ella no lo esperaba, habían pasado tres años desde la última vez.

Levantó el auricular antes de que sonara el timbre de nuevo. No quería que otros en casa se despertaran porque podrían venir preguntas que ella quizás no sería capaz de responder.

-¿Sí? ¿Quién llama?- preguntó expectante.

-Hola amor ¿estabas dormida?

-¿Quién es? – disimuló ella para ganar tiempo porque, al reconocerle, sintió una extraña mezcla de miedo y triunfo.

-¿Ya no me conoces la voz?

-¡Ah!…. Tú… ¿Y esa sorpresa?

-Te amo ¿sabes?.. y es que pasa el tiempo y no se me quita… no puedo evitarlo. Quiero verte, necesito verte ahora.

-Ah…– parca ella, con voz de fastidio, haciendo lo posible para que no se notara el temblor de sus piernas, de sus manos y de su conciencia; para tratar de no notarlo ella misma.

- Ahora no puedo hablar mucho.

-Sí… claro… está bien.

-¿Podemos vernos mañana, donde siempre?

-¿A qué hora ?

-¿A las 10?

-Está bien.

-¿Amor?

-Que…

-¿Hasta mañana?

-Hasta mañana.

Y allí estaba ella a las diez, puntual como siempre. Él la esperaba en la mesa del fondo, la que no se veía desde la entrada, la que los había escondido tantas veces, durante tantos años.

Él la vio acercarse y se levantó para abrazarla. Ella se dejó sin mucho esfuerzo. Se sentaron, pidieron el café de siempre, callados, sólo mirándose porque las palabras sobraban. No había mucho que decir, ya se lo habían dicho muchas veces. Todo parecía igual, un “deja vu” de tantos encuentros similares. Pero habían cambiado muchas cosas, habían pasado tres años desde el último encuentro. Él tenía una hija nueva y ella un segundo marido recién estrenado.

Hablaron de tonterías, ¿Cómo te ha ido?, ¡qué calor ha estado haciendo!, supe que cerraron la empresa donde trabajabas… Pero no hablaron de su respectivos cónyuges porque ambos sabían que, al haber entrado otro participante en el juego, las reglas tenían forzosamente que cambiar. Ahora el dado lo tenía Ana en la mano. Y había venido porque Guillermo estaba de viaje…y Marcos se había enterado… y se había tomado unos tragos… y la había llamado de madrugada… y la había tomado por sorpresa…y ella se moría de ganas de verlo… y…

Ahora estaban allí, sentados, uno frente al otro, sin saber hacia dónde iban.

Él movió la pierna para rozar la de ella debajo de la mesa. Ella sintió el mismo cortocircuito que la había hecho perder la cabeza siete años atrás, cuando había comenzado esta historia. Y se asustó. Pensó en Guillermo, su nuevo marido, a quien quería tanto; remiró a Marcos, a quien también quería por razones diferentes. Y no pudo resolverlo en ese instante, porque al corazón nadie lo entiende, sobre todo al corazón de las mujeres. Ella sabía lo que vendría después de aquel roce de piernas, también sabía lo que estaría arriesgando si se dejaba llevar por el deseo. Y no se atrevió. Esta vez no se atrevió.

“Habría aceptado sin pensarlo… – dijo, al tiempo que se levantaba de la mesa, rápida y torpemente, evitando mirarle a los ojos – si me hubieses invitado hace un año… o dos. Ahora no. Quizás otro día… o el año que viene… no lo sé. Total, entre nosotros parece que el tiempo no existe”.

Y ante la mirada resignada de él, Ana tomó su cartera, se acercó a besarle en la mejilla y al darse vuelta, con la intención de desaparecer, por descuido o adrede, empujó la taza al suelo. Aquella taza que contuvo mucho más que el café que acababan de tomar juntos: las ganas, las dudas, los miedos y la pasión de ambos.

II

Me había tomado unos tragos. Dos en casa antes de cenar y otros cuatro en el bar de la esquina, donde solía ir cuando necesitaba aire fresco y descansar de la agobiante pesadez de la rutina de casa, de los chicos gritando por el turno para asesinar alienígenas en el video juego, de mi suegra reclamando a mi mujer que la comida estaba muy salada…y decidí llamarla. Ella no me esperaba, habían pasado tres años desde la ultima vez.

Levantó el auricular antes de que repicara por segunda vez. Seguramente porque no quiso que sus hijos se despertaran. Seguramente pensó que era una mala noticia… por la hora, porque las mujeres siempre piensan lo peor cuando el teléfono suena de madrugada

-¿Sí? ¿Quién llama?- preguntó sobresaltada.

-Hola amor ¿estabas dormida?- le dije, emocionado al oír su voz de nuevo.

-¿Quién es? – preguntó ella.

-¿Ya no me conoces la voz?- le dije sonriendo para mí mismo, porque sabía que ella conocía mi voz más de lo que nunca querría reconocerlo.

-¡Ah!…. Tú… ¿Y esa sorpresa?

-Te amo ¿sabes?.. y es que pasa el tiempo y no se me quita… no puedo evitarlo. Quiero verte, necesito verte ahora.

-Ah…– parca ella, con voz de fastidio, haciendo lo posible para que no se notara el temblor de sus piernas, de sus manos y de su conciencia; pero yo la conocía muy bien y podía sentirla a través del hilo telefónico.

- Ahora no puedo hablar mucho.

-Sí… claro… está bien.

-¿Podemos vernos mañana… donde siempre?

-¿A qué hora ?

-¿A las 10?

-Está bien.

-¿Amor?

-Que…

-¿Hasta mañana?

-Hasta mañana.

Y allí estaba ella a las diez, puntual como siempre. Yo la esperaba en la mesa del fondo, la que no se veía desde la entrada, la que nos había escondido tantas veces, durante tantos años.

La vi acercarse, me levanté de inmediato para abrazarla y ella sólo se dejó. Nos sentamos, pedimos el café de siempre, callados, solo mirándonos porque las palabras sobraban. No había mucho que decir, ya nos lo habíamos dicho muchas veces. Nada parecía haber cambiado. Pero sí habían cambiado muchas cosas, habían pasado tres años desde nuestro último encuentro. Yo tenía una hija nueva y ella un segundo marido recién estrenado, a quien yo conocía solo de vista.

Hablamos de tonterías, creo que los dos estábamos igual de nerviosos. De lo único que no hablamos fue de nuestros respectivos cónyuges, porque ambos sabíamos que al haber entrado otro participante en el juego, las reglas tenían forzosamente que cambiar. Ahora el dado lo tenía ella en la mano. Seguro que se había atrevido a venir sólo porque su marido (¿Guillermo es que se llama?) estaba de viaje…y yo me había enterado… y me había tomado unos tragos… y la había llamado de madrugada… y la había tomado por sorpresa… y aquí estábamos, sentados, uno frente al otro, y yo queriendo llevármela a la habitación del hotel enseguida.

Le rocé la pierna por debajo de la mesa. Ella se estremeció igual que la primera vez que la toqué siete años atrás, cuando comenzó esta historia. Y se asustó, de eso estoy seguro porque retiró su pierna de golpe y comenzó a mirar el techo. Debe haberse puesto a pensar en el marido nuevo, a quien dice querer tanto, luego debe haber recordado lo bien que la pasábamos juntos, porque me sonrió con ternura. Sé que siempre le he gustado tanto como ella a mí. Pero algo pasó dentro de su cabeza y parece que no pudo resolverlo en ese instante, porque es que a las mujeres no hay quien las entienda. Ella sabía lo que vendría después de aquel roce de piernas, seguramente lo sabía desde que me oyó la voz al teléfono. Y no se atrevió. Esta vez no se atrevió. ¿Entonces – pensé- para que carajo habrá venido?

“Habría aceptado sin pensarlo… – me dijo, al tiempo que se levantaba de la mesa, rápida e torpemente, evitando mirarme a los ojos – si me hubieses invitado hace un año…o dos. Ahora no. Quizás otro día… o el año que viene…total…

Se paró de golpe agarrando su cartera y tumbó la taza de café. Me besó en la mejilla y salió volando.

Esperé hasta que desapareció por las escaleras mecánicas, siempre con la esperanza de que el arrepentimiento la trajera de vuelta a mis brazos pero al ver que esta vez no tuve suerte le pedí a Martín, el mesero, que me trajera un whisky doble para apaciguar mis ganas que se habían quedado en el espacio vacío de la taza en el suelo.

III

Martín conocía a Marcos desde hace muchos años. Era un cliente habitual del café en donde trabajaba desde que tenía memoria. Siempre, además, se sentaba en la misma mesa, lo que variaba era la compañía. Las más de las veces eran amigos o clientes, pero otras, no menos frecuentes, eran mujeres. De las mujeres, Martín recordaba a Ana porque se había sentado en la misma silla por lo menos una vez a la semana durante muchos años (ya no recordaba cuántos) y se sorprendió al verla hoy porque hacía mucho que no la veía. (¿Unos tres años?).

Por esas casualidades de la vida, la hermana de Martín, Dominga, trabajaba para Ana como servicio doméstico, cuidándole a los niños. Martín no recordaba cómo, quizás por una fotografía que Dominga trajo a casa, había hecho la conexión entre la patrona de Dominga y la amiga de Marcos.

- A ésta señora yo la conozco – le había dicho Martín a Dominga –. Estuvo muchas veces por el
café.

Desde entonces Dominga, a quien le encantaba un chisme, lo mantenía al tanto de las nuevas en la vida de su patrona y así era que Martín supo que Ana se había casado en segundas nupcias hace un poco menos de un año con un tal señor Guillermo.

Cuando la vio llegar esa mañana al café, poco después que Marcos se había adueñado de la mesa del fondo, Martín sintió curiosidad y para enterarse de lo que pasaba, se puso a ordenar metódicamente los cubiertos y servilletas de las mesas contiguas. Los vio hablando. También vio cuando Marcos rozó la pierna de Ana por debajo de la mesa.

Poco después, Martín recogía la taza del suelo y tomaba el pedido de whisky que le hizo Marcos. Ya sabía él que Ana no regresaría al café por mucho tiempo y que Marcos estaría rozando la pierna de alguna de sus amigas a más tardar al final de esa semana.

14 comentarios:

SAUL OSIO STORE dijo...

Situaciones y cuentos de un cafe y dos rodillas calientes, podria ser el titulo para un corto basado en este gran relato...exitos desde La Guarida...

Crismar dijo...

Visto desde tres puntos de vista... que ingenioso!!! y ese Marcos no tiene reparo...
Por cierto el post anterior lo pude ver este fin de semana, ya más calmada y relajada del estrés diario... gracias por ese regalo... hasta me sacó una lagrimita que se contuvo para no hacer un drama frente a mi esposo...
Un abrazo...

Lena yau dijo...

MD, el final, jajajaja, qué bueno!
Me encanta tu sarcasmo!
jajaja!
Excelente!

mil cariños!

Cinzia Ricciuti dijo...

Me encanta cuando Marcos piensa: "Y entonces para que vino?", en una sola pregunta resumes tantas incomprensiones!
Que bueno, MD!
Abrazo
Cinzia

TORO SALVAJE dijo...

Genial, muy bueno, me atrapó todo el rato.

Te felicito.

Besos.

La Gata Insomne dijo...

ayer lo lei sin despegarme, pero nada de que se abrieran los comentarios.
está genial, te volviste una narradira de primera.
parece que te sobrarar tiempo y todo

te felicito

besos

cla dijo...

acabo de ver la firma que me dejaste hace unas semanas y nada, queria devolverla
me gusto mucho el post, aunque creo que al final le falta una chispita
segui con el buen trabajo!
cla
claishh.blogspot.com

Carolina Yribarren dijo...

Requetebueno amiga...el tema, el contexto, el angulo femenino.
Que ojo el tuyo, sin duda que ojo...
besitos
Carolina

Maria D. Torres dijo...

Saul, yo también lo ví como un corto!
Gracias

MO. Sarcasmo? Yo? jajaja. Humor negro!

Cinzia, son muy pocos los hombres que entienden a las mujeres. Son muy pocas las mujeres que entienden a los hombres... dos idiomas distintos.

Gracias Toro, un honor tenerte por aquí.

Gata, no me sobra tiempo, me falta. Este es un relato que había enviado al Taller de Cuentos de Madrid. Lo que hice ahora fue mejorarlo. Todavía se puede mejorar más. A veces saco cosas de mi bolsa...

Cla, gracias por tu comentario. Revisaré.

Gracias por los halagos Carolina. Y ojo es lo que se tiene que tener para observar y luego transcribir! Menos mal que tengo lentes!!!
Beso

Filomena Calicchia dijo...

Realmente me atrapó!

Me interesa hablar contigo sobre un proyecto de fotografía para un cliente, Filomena (filo@tapara.com)la esposa de José Ramírez que nos conocimos en la presentación del libro de Isabel.

Saludos,

Filo

Ana dijo...

Wao, maravilloso!
Me ha encantado este relato en tres versiones. Qué buen blog!
Saludos desde mi isla!

Araña (A.C.) dijo...

Excelente. Me encanta como relatas.
Saludos,
A.

José M. Ramírez dijo...

¡Los cabos sueltos!. No aprendemos a cerrarlos dentro de nosotros. Muy bueno tu relato, pero si tengo que nombrar un rasgo resaltante diría que la verosimilitud: nadie puede poner en duda que lo que relatas es así.

Un beso.

Anónimo dijo...

Oye Maria!!
Quiero mandarte a levantar el culo de la silla, pero si lo hago, a lo mejor me haces caso y luego....que hago yo sin Poco de mucho?

Como dicen los españoles:
Estas que te sales tía!!

Y los dominicanos:
Estas acabando!!

Y los mexicanos:
La llevas!!

Y nosotros:
Que bolas, que vaina tan buena!!

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