Porque toca, porque es ley de vida, porque el tiempo pasa y a ellos les llega el momento de tomar sus decisiones, por más que a nosotros nos parezcan equivocadas – o nos parecen equivocadas porque no podemos ser objetivos.
Porque llega día en que ya son adultos o están cerca de serlo y nosotros nos empezamos a sentir viejos, dispensables, lejanos y hasta un poco egoístas.
Porque duele ver la maleta que han sacado para llevarse sus cosas y nosotros no sabemos cuándo los volveremos a ver o si los volveremos a ver.
Por eso y por sentir un poco de envidia al no ser nosotros los que sacamos nuestras maletas para irnos a empezar de nuevo nuestras vidas, es que se nos sale una lagrima que en seguida escondemos para no hacerles sentir mal o manipulados.
Y entonces me escondo en el baño para llorar el tiempo que ha llegado y la impotencia de no poder echar atrás el reloj.