19.10.06

Entre Perros y Gatos - Anónimo


A Dog's Diary
7 am - Oh boy! A walk! My favorite!

8 am - Oh boy! Dog food! My favorite!

9 am - Oh boy! The kids! My favorite!

Noon - Oh boy! The yard! My favorite!

2 pm - Oh boy! A car ride! My favorite!

3 pm - Oh boy! The kids! My favorite!

4 pm - Oh boy! Playing ball! My favorite!

6 pm - Oh boy! Welcome home Mom! My favorite!

7 pm - Oh boy! Welcome home Dad! My favorite!

8 pm - Oh boy! Dog food! My favorite!

9 pm - Oh boy! Tummy rubs on the couch! My favorite!

11 pm - Oh boy! Sleeping in my people's bed! My favorite!


A Cat's Diary

Day 183 of my captivity.

My captors continued to taunt me with bizarre little dangling
objects. They dine lavishly on fresh meat, while I am forced to
eat dry cereal. The only thing that keeps me going is the hope of
escape, and the mild satisfaction I get from clawing the furniture.
Tomorrow I may eat another house plant.

Today my attempt to kill my captors by weaving around their feet
while they were walking almost succeeded. Maybe I should try this
at the top of the stairs.

In an attempt to disgust and repulse these vile oppressors, I
once again induced myself to vomit on their favorite chair. I must try
this on their bed.

Decapitated a mouse and brought them the headless body in an
attempt to make them aware of what I am capable of, and to try to strike
fear into their hearts. They only cooed and condescended about
what a good little kitty cat I was. This is not working according to
plan.

There was some sort of gathering of their accomplices. I was
placed in solitary confinement throughout the event. However, I could
hear the noise and smell the food. More important, I overheard that my
confinement was due to my powers of inducing something called
"allergies." Must learn what this is and how to use it to my advantage.

I am convinced the other captives are flunkies and maybe snitches.
The dog is routinely released and seems more than happy to return.
He is obviously a half-wit.

The bird, on the other hand, has got to be an informant. He speaks
with them regularly, and I am certain he reports my every move.
Due to his current placement in the metal room, his safety is
assured. But I can wait.

It's only a matter of time.

15.10.06

Curitas...itas...itas

Publicaco en la Fábrica de Curitas de Los Hermanos Chang - 4 de Octubre, 2006 Año 1, No. 8
Maria Dolores Torres

Cuando yo era chiquita, mamá decía que las curitas sanaban todo. Y yo me lo creía… y de verdad sanaban casi todo – lo externo-, al menos eso parecía.

Luego fui creciendo y comencé a preguntarme por qué mi mamá no usaba curitas para sus heridas. Pero claro, es que como ni siquiera se veían, ¿dónde se las iba a poner? Ella lloraba y lloraba y yo, desesperada, trataba de ver si encontraba alguna curita que le sirviera y, sobre todo, buscaba dónde ponérsela sin encontrar el lugar apropiado – porque el alma no se ve desde afuera – solo un atisbo a través de los ojos, pero ahí no se podían pegar las curitas.

Ahora que soy grande -y además de seguir viendo a mamá con heridas no curadas, tengo las mías propias- ya no creo en las curitas. Parece que no sirven para los adultos, a menos que sea para las heridas de niño-adulto, como un raspón en la rodilla, un dedo cortado por un cuchillo de cocina o un pellejo comido por la ansiedad.

No por casualidad se llaman curitas, en diminutivo. Las heridas de los niños suelen ser pequeñas y externas (la mayoría de las veces, porque hay otras que ni quiero nombrar). Además, los niños creen más en la magia. A nosotros los adultos casi siempre se nos olvida.

Entonces, para nosotros los adultos no se han inventado curas (no curitas) que sirvan.

Si yo tuviera tiempo y paciencia, crearía algunas, las empacaría en cajitas para venderlas en las farmacias y seguro me haría millonaria. Al menos cicatrizaría una de mis heridas: la pelazón.

Curas para el despecho, curas para el fracaso o los sueños no alcanzados, curas para el remordimiento, curas para la culpa, curas enormes para el dolor que vemos en nuestros hijos y que nos duele más que todo lo demás. Curas de todos los tamaños para las angustias económicas, curas gigantes para sanar al país. Curas para las heridas auto inflingidas (porque se nos olvida que el karma lo cobra todo), curas para los vicios (incluyendo el vicio a la depresión).

Producción en masa de curas para el ego herido, para la menopausia y andropausia, para la frustración que sentimos frente a la imagen en el espejo – heridas causadas por la creencia de la eterna juventud.

Curas a precios solidarios para todos los padres que han perdido hijos asesinados a mansalva en guerras (de países, de barrios, de hambre… porque hay muchos tipos de guerras).

Curas para la envidia, la desconfianza, la desesperanza, la añoranza.

Curas para las heridas causadas por la viveza de otros, por el abuso de poder, por las mentiras que nos creemos.

Curas para el pesimismo que se nos contagia por lo que vemos, escuchamos y leemos en los medios de comunicación o en los mails de los amigos.

Curas infinitamente largas para sanar la sensación de vacío en el alma por creer que estamos solos en este mundo, que muchas veces parece más bien el infierno.

Inventaría también una mamá o un papá como los de una infancia “ideal”, que nos siguieran poniendo las curitas aún después de estar nosotros viejos, vinieran a arroparnos en la cama esos días en que todo parece salir mal y se quedaran a nuestro lado hasta que nos quedáramos dormidos, contándonos un cuento de hadas de curitas que sanan todas las heridas, como los de príncipes que con un beso resucitan a las princesas dormidas desde hace siglos (muertas, pues).

Al final creo lo que casi todos necesitamos es una cura para la fe, pues sabemos que algo existe -por allí adentro o allá arriba- que sana, que ayuda, que cura todo (algunos lo llaman Dios), pero que con el dolor y las angustias, se nos olvida a cada rato.

Mientras tanto, pues a reírnos de nuestras heridas, a seguir pagando psicoterapias y medicamentos de recipe morado, y a echarle bolas para no morir mientras alguien inventa esas curas, o recuperamos la fe en la magia de nuestra infancia

PD. La palabra “curita” no sale en ningún diccionario. ¿Será que las soñamos?

12.10.06

YO ME MAPEO, TÚ TE MAPEAS, NOSOTROS NOS MAPEAMOS



A mí particularmente no deja de sorprenderme llevar en la cabeza una máquina tan avanzada como lo es el cerebro. Más que una máquina, parece una tierra desconocida, un mundo del que sabemos muy poco y en el que definitivamente no existen ni el espacio ni el tiempo.
Cuando me gusta un disco (así se llamaban antes de los CD’s) lo escucho una y otra vez hasta que me aprendo de memoria todas las letras (aunque sean en otro idioma) y cada una de las notas de la melodía. En esto días encontré en Internet uno que no escuchaba desde hace como 30 años, del cuál sólo recordaba bastante bien una canción: Dolce María (Premiata Forneria Marconi).

Cuando lo escuché, me di cuenta de que TODAS las notas, de TODAS las canciones del disco, estaban aún en mi memoria. Sólo que habían estado allí dormidas o archivadas dentro de esa caja con circunvalaciones que tenemos dentro del coco.
Y así pasa con muchas cosas, pero a mí me sucede particularmente con la música y con los olores.

Yo no sé si me dió por recuperar memorias porque estoy por cumplir años o por los resultados de mi mapeo cerebral.
¿Saben lo que es un mapeo? Si no lo saben, no están en nada.
El mapeo cerebral es una técnica relativamente nueva (creo) para hacer un mapa de ese territorio desconocido donde conviven – sin nosotros percatarnos- TODOS los instantes que hemos vivido desde que nos engendraron nuestros padres (o desde el nacimiento de la humanidad) con sonidos, olores, sabores, emociones y todos los detalles que los acompañaron cuando sucedieron -como si fueran un “attachment” del archivo específico.

Pues bien, el mapa de mi cerebro está bien documentado en un carpeta bastante gruesa. Tiene algunas páginas escritas (el informe del neurólogo) y muchas páginas de rayas (ondas cerebrales) y dibujitos de cerebros de diferentes colores, vistos desde arriba, de los que uno no entiende nada de nada. Cuando el neuropsiquiatra me sugirió hacerme los exámenes – porque le dije que desde pequeña me como los pellejos de los dedos y me muerdo la parte interior de los labios y porque se me estaban olvidando las cosas (cosa que nunca me había pasado), pensé que me darían algo así como un mapa del tesoro que serviría para encontrar esas memorias perdidas.
El día que fui a recoger los exámenes, lo primero que hice, como casi todo el mundo con una pizca de curiosidad, fue abrir la carpeta y leer el informe.
Lo único que medio entendí, y eso porque estudie psicología, fueron las conclusiones. Lo demás era chino.

“…hubo hiperexcitabilidad neuronal cortical leve en la región temporal bilateral… no se produjo una suficiente activación cerebral en condiciones de expectancia…. No hay alteraciones de los procesos de atención del paciente…. EEG anormal (¿alguien lo tendrá normal?)… semeja a lo observado en adultos con trastornos depresivos de tipo endógeno (¿endógeno? … suena a gallineros verticales. ¿Será que tengo una revolución en la cabeza? ¿o que todo se debe a una "falta de amor"?)…”

En resumen, sonaba horrible. Fui a llevarle los exámenes al doctor. Me explicó - subrayando con un lápiz en los cerebritos de colores- algunas cosas (de las cuales no entendí nada, pero me dio pena pedirle que repitiera) y, al final, salí con un poco de papeles y recipes morados oscuros que tenía que llevar al Ministerio de Sanidad para que me autorizaran la compra de una medicina importada para el ¡Déficit de Atención!????

Todo para una pepa importada que aparentemente me va a ayudar a ser más “normal”, porque el doctor no sabe cómo hice para pasar "lisa" el bachillerato y la carrera universitaria, aprender a usar las computadoras, tocar guitarra, manejar, mandar emails, chatear, bloguear, aprenderme la cédula de identidad, las claves de los bancos, cajeros automáticos, tarjetas de debito, cuentas de correo y otras muchas cosas que ya se me olvidaron, (¡debo ser brillante! - dice) con ese peo en la cabeza que, además, mientras más viejo se pone uno, más preocupaciones tiene, más estrés soporta, etc... más se complica.

En mi lista de obligaciones diarias están ahora -además de la pepa milagrosa para recuperar mis memorias y retener las nuevas- la pastilla para la ansiedad, la de la depresión, la de dormir, la de despertar, la de la tensión arterial, la de los calorónes, la de la osteoporosis, la de la paciencia, la de la tolerancia, la del buen humor, etc.

Pero lo más interesante es que haciendo una encuesta entre mis amigos descubro que no solo son los niños de ahora los que nacen con ADD, ADDH, ODD, UFO, OEA,OPEC, XYZ, etc… (casi todos), sino que muchas de mis amistades (y no es que somos ancianos, todavía) ya cuentan con su propio mapeo cerebral y su maletín de pastillas milagrosas o -como lo llamamos para reírnos y no llorar- el “batido mágico” diario.

¿Qué nos está pasando? ¿A dónde nos están llevando la ciencia y la tecnología? ¿Se han puesto a pensar en eso? Yo sí, y es aterrador.
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